jueves, 29 de noviembre de 2012

Nuevo relato de suspense / ciencia ficción (de Álvaro)


Los niños están bien

                                                                                        Álvaro Pavón Romero



Despierta… ¿Estás bien? Creo que te diste un buen golpe en la cabeza. Pasear junto a los edificios hoy por hoy es peligroso: muchas veces se desprenden ladrillos de las cornisas y fachadas. Tranquilo; he curado tu herida.
Frunces el ceño en gesto de duda, ¿eh? Tal vez sea la conmoción, o puede que me hayas olvidado después de tres años… Soy yo; sí. ¿Me reconoces ahora, tío Gabe? Soy Bradley, tu sobrino. No estás soñando, te lo aseguro: soy tan real como todo lo que te rodea. ¡No, no te levantes! Sigue sentado; apoya la espalda contra la pared. No es demasiado cómodo, pero ¿quién tiene comodidades hoy día, verdad?
¿Sabes? Aún continua atormentándome el no tener idea de qué demonios pasó aquel día. Dime, ¿tú tienes información al respecto? Lo único que yo recuerdo es ese terrible estruendo, el suelo temblar bajo mis pies, a mamá abrazándonos a Bill y a mí… y el crujir de las paredes. La casa se nos cayó encima. Mamá quedó atrapada. ¿Puedes imaginarte mi horror al separarme para siempre de ella, al escapar por los pelos del derrumbe con mi hermano en brazos, solo para ver cómo, una vez en la calle, todo se estba cayendo sobre nuestras cabezas? Parecía como si los mismos cimientos del mundo se vinieran abajo. Bill se desmayó. Yo por poco me desmayé. ¡Y luego nos cubrió aquella gigantesca nube de polvo, durante horas, días! Y yo seguía abrazado a mi hermano pequeño; tenía miedo de que lo perdiera, como perdí a mamá aquel día.
¿Que dónde estaba mi padre? Trabajando, supongo. No lo hemos vuelto a ver. ¿Bill? Sí, Bill está a salvo, conmigo. Jamás me he separado de él desde entonces. Los primeros meses tuve demasiado miedo como para dejarlo solo durante mucho tiempo, aunque ahora todo está mucho más calmado.
¿Que a qué me refiero? Bueno, es una larga historia. Supongo que habrás venido en busca de tu familia, ¿no? Tía Emily nos dijo que estabas al otro lado del país, en viaje de negocios. Pensábamos que jamás te volveríamos a ver… Perdón, ¿qué dices? Trata de hablar con más claridad, por favor. Sé que es difícil; tienes la voz ronca y no has debido de beber agua en días. Ten, toma un poco de mi cantimplora.
¡Ah, ahora te entiendo! ¿Quieres saber dónde está tía Emily? ¡Triste destino…! Lo siento, está muerta, muerta y enterrada. ¡Ya te he dicho que lo siento! Hicimos todo lo que pudimos; créeme que sí… Cuando todo pareció amainar, aún a pesar de que el cielo, con ese trémulo resplandor rojizo (no sé si tú lo viste durante los primeros días) parecía que amenazaba con llover fuego, tomé a Bill en brazos y recorrimos la ciudad en busca de supervivientes. La mayoría había perecido en el derrumbamiento, como mamá; o desaparecido, al igual que papá. Al menos todo nuestro vecindario estaba desierto. Alguna que otra figura inerte sobre el suelo, pero nada más. Una de ellas era la señora Downie; no te imaginas cómo de desfigurado estaba su cuerpo… 




Cuando por fin logré llegar a vuestra casa, yo había perdido toda esperanza. Registré los escombros con ayuda de Bill, hasta que por fin encontramos lo que buscábamos: tía Emily, Andrew y Jason. ¡Pobrecitos todos! Habían conseguido guarecerse bajo el zaguán de la escalera. Al parecer había resistido el peso de la casa. El ingenio humano nunca dejará de sorprenderme…
¡Calma tío, calma! No te levantes, ya te lo he advertido. Sí, todos estaban aparentemente bien; solo tía Emily mostraba un muy feo corte en el costado. Pero conseguimos sacarlos de allí. Ella estaba, como es lógico, visiblemente aterrada; y los niños no se separaban de ella. Jason cojeaba un poquito. ¡Qué triste estampa! Cuando por fin nos guarecimos en un increíblemente estrecho garaje, esperamos un día entero para ver si alguien venía en nuestra ayuda. Al final nos dimos cuenta de que nadie vendría. La policía, los bomberos, el ejército… Todos desaparecidos. Una prueba más de que los gobiernos son solo un cruel placebo. Vivíamos creyéndonos tan a salvo de cualquier mal porque el Estado nos “protegía”, y sin embargo, ¡cuán sorprendentemente fácil resultó dinamitar el Estado llegada la hora!
Supuse que lo que sucedió aquel día tenía que haber ocurrido, de algún modo, también en el resto del país y (quién sabe) del mundo. ¿Qué otra explicación podía haber para que nadie acudiera en nuestra ayuda? Desde entonces creo firmemente en eso, y de momento nadie me ha probado lo contrario. Así pues, estábamos (y seguimos estando) solos e indefensos.
Al segundo día nos pusimos en marcha, considerando que la espera se nos estaba haciendo insoportable. Fuimos al edificio del ayuntamiento; ya puedes imaginar que se había venido abajo, como todo lo demás. Solo el salón de actos, con el techo medio derruido, parecía sostenerse. ¡Qué indignante escena nos encontramos! Niños; niños abandonados, huérfanos. Eran doce en total, de entre cinco y trece años. Desorientados y hambrientos, los mayores nos contaron algo que me revolvió las entrañas, entonces y ahora: en la confusión y el pánico, habían acompañado a la multitud hasta el ayuntamiento y, tras una breve pausa para tratar de razonar qué podía haber pasado, unos cuantos adultos resolvieron marcharse junto a sus familias. Otros los siguieron, la mayoría huyendo en desbandada de la ciudad, sin mirar atrás. Ellos rogaron que no los dejaran, pero nadie reparó en que estaban solos, en que no encontraban a sus padres. Los abandonaron allí, desconsolados.
¡Condenados bastardos! ¿Cómo puede la humanidad ser tan mezquina? Nos merecíamos este horror solo por hacer cosas como esa. Tras intercambiar unas palabras, tía Emily y yo decidimos hacernos cargo de ellos. Pero necesitas saber que pasó entonces: la herida de tía Emily se había infectado. Sepsis, es como la llaman. Tenía mala pinta desde el primer momento. Fuimos hasta el hospital más cercano, y registramos las farmacias, pero apenas sí quedaban en pie algunos ladrillos, y aquellas farmacias que aún eran accesibles, habían sido saqueadas por los adultos cuando abandonaban la ciudad. No pude hacer nada, por lo que tía Emily murió… El desconsuelo de Andrew y Jason, tan jóvenes los dos y ya huérfanos, me desgarró el corazón. Yo, con apenas diecisiete años, me hice con la situación y “adopté” a todos los huérfanos. Ellos son mis hermanos, y yo el suyo.
Tuvimos suerte: la antigua estación de tren, aquella abandonada a la salida de la ciudad, estaba en pie y parecía mantenerse razonablemente bien. Hicimos de ella nuestro hogar. Entramos en algunas casas (las ruinas de algunas casas, mejor dicho) así como también en algunos pequeños comercios que habían eludido el saqueo, y nos aprovisionamos bien. El primer invierno fue duro, por supuesto, pero nos hicimos con varias mantas gruesas y bolsas de agua que rellenábamos en el arroyo cercano que pasa junto a la carretera de la Iglesia, y que calentábamos en hogueras improvisadas. 




Sí, aprendimos a hacer fuego, ¿no es increíble? En estos tres años hemos tenido mucho tiempo para aprender cosas útiles. De lo que más orgulloso me siento es de haber sembrado un huerto durante el primer verano, que nos está dando sustento junto a las pocas latas en conserva que podemos encontrar aún de vez en cuando. También fue una idea hervir el agua antes de beberla: el arroyo baja asqueroso y no me fio de lo que pueda haber arrastrado allá arriba, en su nacimiento…
El ocio es un poco más complicado, pero bueno, hacemos lo que podemos. A los niños les gusta especialmente que les cuente Peter Pan (inventado un poco a mi manera cuando no recuerdo todos los detalles); y es que se sienten identificados con los niños perdidos: tampoco ellos quieren crecer. A los más pequeños les enseño a leer y a escribir (es especialmente difícil sin los materiales adecuados, pero aun así nos las arreglamos), mientras que a los mayores, que este invierno cumplirán los quince (incluido Andrew), les enseño filosofía. ¿Te lo puedes creer? Supongo que estos niños son mucho más receptivos cuando no disponen de videojuegos o televisión. Sea como sea, saben a la perfección quiénes son Sócrates, Platón, Aristóteles, Kant, Locke… ¡y les gusta!
Y a mí me gusta enseñarles a creer en la libertad; es lo único que nos queda ¿no?  ¿No es cierto que ahora seamos verdaderamente libres? Sin escuela, por ejemplo: yo les enseño todo lo que necesitan saber, y ellos me enseñan cosas a mí. Los quiero profundamente, y me enorgullece haber creado una pequeña comunidad sana y próspera. Los errores del pasado (gobiernos corruptos y populistas, Estados opresores, oclocracia…) han sido desterrados de nuestros recuerdos. También la democracia ha desaparecido, ese pernicioso sistema que tanto odio… ¡Nosotros somos verdaderamente, libres, sin amos ni señores, electos o no! Nuestro grupo de dieciséis personas se compone (y yo se lo repito a ellos hasta la saciedad) de individuos libres, no de esclavos o votantes. Y ellos me responden que quieren que sea su rey, ¡qué adorables son, y les amo por ello! Pero no; lo que les conviene es dejarme seco de conocimientos, hasta que no me necesiten para nada. Todo lo que yo sé se lo muestro a ellos, y no les guardo nada, para que no puedan depender de mí.
Es una utopía. A veces miró a las estrellas en la noche, rodeando la hoguera junto a ellos, y me pregunto si el desastre no fue una segunda oportunidad… 




¿Qué dices? No, claro que echo de menos a mis padres. Los sigo queriendo, pero no quiero que mis niños se acuerden de los suyos. ¿Para qué, si tal cosa solo puede traerles dolor, como me lo trae a mí? ¿Necesitan acaso recordar cómo sus padres quedaron sepultados vivos, o desaparecieron entre la multitud para siempre? No. Les he enseñado a mirar hacia el brillante futuro que tenemos delante, lejos del dolor. Todos os han olvidado. Por fin todos juegan y ríen de nuevo tras el horroroso primer invierno, al que no creí que sobreviviríamos (otro milagro). Son libres: cultivan lo que comen, hierven el agua que beben, leen lo que quieren, llegan a acuerdos mutuamente beneficiosos cuando es necesario, son generosos y solidarios sin necesidad de pagar impuestos, y filosofan.
¿Por qué me miras así? ¿Acaso no lo entiendes? Me lo temía… Por última vez; no te levantes, tío Gabe. ¿Cómo que quieres ver a tus hijos? ¿Es que no has oído nada de lo que he dicho? Eso es imposible. ¿Quieres que eche a perder tres años de trabajo? ¿Quieres que todos recuerden súbitamente cómo perdieron a sus padres, y que regrese su tristeza? ¿Deseas acaso que, cuando el resto de niños vean a Andrew y Jason rencontrarse con su largo tiempo perdido padre, se despierten sus celos, su envidia y estallen las riñas que con esmero he erradicado? ¡Jamás!
Ah, veo que ahora te das cuenta… Sí, tío Gabe: estás encadenado. Me duele profundamente tenerte atado como a un perro, pero entenderás que no pueda dejarte suelto…
¿Cómo? ¿Me insultas? ¿Te atreves a insultarme, a mí, que he criado a tus hijos como si fueran míos? ¿Ves? Ya te incorporas, rabioso y furibundo, ¿cómo esperas que tolere ese comportamiento en nuestra comunidad? ¿Cómo demonios piensas que voy a permitirte perturbar nuestra paz, arrebatarnos nuestra libertad…? Me duele mucho, tío, me aflige tu reacción, y más aún me entristece lo que me veo obligado a hacer para defender a mis niños, teniendo en cuenta la odisea que habrás vivido para llegar hasta aquí y encontrarnos. Cálmate: los niños están bien. Solo quiero que entiendas todo lo que te he explicado, tío Gabe, porque es por eso, por todo eso (y confío en que me perdones), por lo que tengo que matarte.



miércoles, 14 de noviembre de 2012

¡¡¡¡¡LIBERTAD!!!!!!

¿Qué es la política? Un juego estúpido.
¿Para qué sirven los bancos?  Para que exista el egoísmo.
¿Por qué y para qué  el dinero?  Existe por los ignorantes y para que exista la pobreza.

Entonces yo me pregunto por qué la se que gente se queda sentada, sin hacer nada, viendo como se les escapa la vida y como ellos y sus hijos terminaran muriendo en la calle con la única compañía del viento; porque en el fondo lo saben y aunque hayan perdido las esperanzas, ¡¡¡¡¡ YO NO !!!!!  Y los que van a llegar tampoco.

¿Es que no tienen amor propio? O peor, amor por los demás, por lo que les pueda pasar.

Por que todavía sigue habiendo gente que lucha, gente que sueña con coger el poder y poner fin a esta locura que no cesa y que por ella, que me amenaza, no puedo dormir pues a cada instante me saltan las pesadillas en la realidad, pesadillas de las que no puedo despertarme pues estan en todos los periódicos, ordenadores y radios que encuentro.
POR ESO DIGO ¡¡¡¡NO!!!!

¡NO A LA POBREZA!                                                                

¡NO AL DINERO!                                                  

¡NO AL PARO!   

 ¡NO A LA IGNORANCIA!

¡¡¡¡¡¡Y NO A TODA LA INJUSTICIA QUE SIGUE HABIENDO EN MUNDO!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡NO!!!!!!


lunes, 12 de noviembre de 2012

Hola holita a todos,
no sé  cómo os va la vida, supongo que bien, porque a la gente guai siempre le va bien, porque yo lo digo. Bueno, intentado revivir esto, os pregunto sobre los certámenes de vuestro supercolegios, porque el mío es una fuuuu y no se hace una puta mierda. Así que nada, de lo que os enteréis, contadlo, bonicos, que os echo muchísimo de menos, aunque bachillerato no me deje tiempo ni para eso.
Ea,
muchos besis.
P.D: a los que no les contesto mensajes: mil perdones, soy perrísimo y los dejo para luego, y luego se me olvida.
BESIS.
:((

sábado, 10 de noviembre de 2012

Allá donde haya un mollete estará Mollina










Aquí estamos en el metro, que es una de esas cosas que ha inventado el hombre y que Carlos diría que es de pobres.







                                                                                                     "Molletes por el mundo, destino Madrid"

jueves, 8 de noviembre de 2012


Quisiera ver otras miradas en vez de reproches.
Quisiera encontrarle un sentido a morir en tu coche.